Mi orgullo, y siempre un referente.
Hace tiempo que pude conocerlo, por entoces, de la mano de un amigo, y Redondo siempre me ha transmitido la sabiduría del que sabe lo que es y quiere ser "un sindicalista". Incluso en tiempos revueltos, complicados o de conflicto, al leer sus discursos, o sencillos artículos de opinión o entrevistas como la que transcribo, siempre me aporta una cierta tranquilidad y sosiego porque me conduce a ser lo que soy un sindicalista de base que pica piedra a diario y se basa en creer en hacer lo justo y pelear por lo justo es razón suficiente. -Lorenzo Leiro -
Nicolás Redondo:
“El espíritu combativo ha desaparecido; en los últimos
años ha habido una moratoria sindical”
“El 14D fue la respuesta al social-liberalismo de
González, que arrancó con aquello de que era mejor un temporal que un parado”
Nicolás Redondo Urbieta (Baracaldo, junio de 1927) fue el todopoderoso
secretario general de la Unión General de Trabajadores que puso contra las
cuerdas al Gobierno de Felipe González con la huelga general del 14 de
diciembre de 1988. Esta semana hace 30 años de aquella respuesta “a la política
social-liberal de Felipe González que iba contra la gente a la que el PSOE
decía representar”.
Redondo recuerda que los socialistas “hicieron de aquella huelga un drama:
montaron un gabinete de crisis en Moncloa, tocaron a rebato y pusieron a todo
el partido contra la UGT y contra mí”. Lamenta que aquel espíritu combativo de
los sindicatos UGT y CC OO se haya perdido: “Ahora están pasando cosas
tremendas, que te dan ganas de coger la bandera roja otra vez y echarte a la
calle, y no hemos sabido dar una respuesta”.
Tras casi 25 años al margen (dejó la dirección de UGT en 1994), Redondo nos
recibe en la Escuela Julián Besteiro y analiza qué ha pasado desde entonces,
por qué ha pasado y hacia dónde vamos.
¿Qué lecciones dejó la gran movilización del 14 de diciembre de 1988?
El sentido de
responsabilidad y el comportamiento objetivo de lo que era la izquierda
responsable, polarizada en torno a UGT y CC OO. Pero también surgió como
protagonista de todo aquel proceso, de toda aquella huelga, la UGT, sin
nosotros desearlo. Cuando se plantea la huelga, en vez de ver las diferencias
entre un Gobierno y aquellos a los que decía representar, nos encontramos que
el Ejecutivo quiso hacer de todo aquello un problema de la familia socialista.
Nos acusaban todos los días de pretender derribar al Gobierno, cuando llevaban
seis años en el poder, y les habíamos apoyado en las urnas en 1982 y en 1986.
Nos acusaban de ser unos insensatos, de
tratar de superar una frustración personal que tenía yo por no haber salido
elegido secretario general en el congreso de Suresnes [del PSOE], cuando yo no
había querido. Cada día nos acusaban de una cosa: montaron un gabinete de
crisis en Moncloa para tratar de terminar con la dirección de la UGT y concretamente
conmigo. Y lo que pasaba es que había falta de práctica y de formación
democrática.
En Europa había Gobiernos socialistas y
los sindicatos socialistas les hacían huelgas, y no pasaba nada, porque la
gente iba a la huelga por unas demandas, y luego podía perfectamente volver a
votar al mismo Gobierno socialista. Algo que aquí pasó, y donde el PSOE volvió
a tener mayoría absoluta. Pero de aquel conflicto hicieron un drama absoluto,
tocaron a rebato y nos encontramos con todo el partido contra la UGT, y a lo
último, contra mí.
Un detalle de su actitud desconocido: el
año de la huelga era el centenario de la UGT y la ejecutiva de la CIOLS
(Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales) se celebró en Madrid
en los días de la huelga. La delegación vino el 13, 14 y 15 de diciembre, y
pedimos audiencia al Rey para el 13 y luego en La Moncloa. Le comentamos a
Felipe que la reunión del 14 en Moncloa no podía ser y nos contestó que si no
íbamos ese día, no nos recibía. Yo cuando vi que no nos recibía me dije:
¡joder, la que nos espera! Era un anticipo de la guerra. Era chocante: ¡un rey
que te recibe y un socialista que no lo hace!
¿Por qué no fue posible llegar a un arreglo y evitar la huelga?
El Gobierno no reconoció entonces, ni ha reconocido nunca después, sus
profundos errores, ni hasta qué punto fue el responsable de las protestas y los
paros de 1985, 1988, 1992 y 1994. Ni 30 años después encontramos un gesto de
autocrítica ni de admisión de un error. Nosotros éramos socialistas como ellos,
pero teníamos más vocación sindical y sentido de clase; pero políticamente
teníamos esa relación continua con ellos, y queríamos hacer crecer al partido y
a la UGT en paralelo.
Yo me vi muchas veces con Felipe González y siempre le dije que con la UGT
nunca tendría un problema de tiempo o de urgencia, porque entendemos que los
cambios necesitan mucho tiempo. Siempre se lo dije: “Tienes el apoyo de la UGT
por el tiempo que sea necesario. Pero no estaremos de acuerdo cuando se tomen
decisiones que chocan contra los intereses, no solo de la UGT o de la
izquierda, sino de lo que vosotros como PSOE representáis y lo que la sociedad
ha votado”.
¿Cree usted que el PSOE, o el Gobierno de González entonces, pretendía
practicar una socialdemocracia sin sindicatos?
Eso llegaron a decir, pero mira: [Redondo saca un folletito amarillento de
cubierta verde que ha rebuscado para la ocasión, Vísperas de cambio, y que dice
no soltar ni muerto. Es la síntesis de un debate interno de PSOE y UGT en julio
de 1981, un año antes de ganar las elecciones de octubre]. Mira: Felipe
González dijo aquel día que “(...) Nicolás me ha recordado algo que tiene
sentido, que el sindicato habrá de ser más exigente con un Gobierno socialista
que con un Gobierno de derechas”. ¡¡Vamos bien!! Luego hace otra referencia que
fue de cine: “Tenemos que producir un espectáculo nuevo, público, de un
ministro que sea capaz de salir del Consejo de Ministros e irse a su casa, o a
un trabajo concreto, olvidándose de cualquier otra prebenda.
Si logramos cambiar ese esquema, habremos superado uno de los mayores
problemas de la historia de España: el control oligárquico del poder político y
del aparato del Estado; habremos hecho esa operación que algunos llaman, no se
si dándole todo el fondo que tiene, una nacionalización del Estado”. El fin de
las puertas giratorias, ¡¡qué bien!!
¿Qué ocurrió?, que fueron víctimas de una cierta embriaguez: en 1982 el
PSOE obtuvo 202 escaños y 10 millones de votos, con la derecha disminuida, y el
Partido Comunista con cuatro escaños. Llegan al Gobierno con esa mayoría e
incumplen el programa y aplican el que había rehecho Miguel Boyer. Es verdad
que se encuentran con una situación muy complicada, pero aplican solo
austeridad y recortes, y cualquier reivindicación que planteabas te decían que
no podía ser. Nosotros le apoyamos en las elecciones de manera entusiasta, y
cuando llegaba la hora de tomar las decisiones, como las 40 horas y los 30 días
de vacaciones, que fue el primer test, les costaba. Nosotros no fuimos muy
beligerantes con ellos, pero a medida que íbamos avanzando, veíamos que no
mejoraba nada.
Tras aquel 14D consiguen pensiones no contributivas, subida de la cobertura
de desempleo, etc. Pero el contrato para jóvenes se guardó en el cajón, y luego
reapareció y ha terminado filtrándose en la norma laboral, y hoy hay colectivos
con muchos contratos al menos tan precarios como aquellos...
El argumento del Gobierno era que el salario de salida no podría se tan
alto y que no tenía mucho sentido seguir pensando en un empleo para toda la
vida, que el empleo fijo había muerto... unas barbaridades y unas cosas
tremendas que constituían más un social-liberalismo que una socialdemocracia;
eran políticas de derechas hechas por partidos de izquierdas.
Se amparaban en una directiva europea para hacer una reforma laboral
tremenda y luego bajaron de manera extraordinaria las prestaciones para los
desempleados, y terminaron endureciendo las pensiones en 1985. La economía
crecía casi un 6% y ellos seguían con los recortes drásticos.
Felipe González decía que valía más un precario que un parado y eso, que
como meta socialdemócrata se las trae, era aplaudido a rabiar.
Luego empezó a decir aquello de que era más socialista bajar la inflación
que subir los salarios, pero los salarios no subían y la inflación, sí. Allí
empezó la precariedad sin reducir el desempleo. Se creó una cultura nueva de
hacer las cosas y los Gobiernos de derechas se encontraron el trabajo hecho y
se aprovecharon de ello. Felipe [González] fascinaba a la gente con estas
cosas. Ha sido muy habilidoso en la facilidad que tenía para explicar las cosas
y llamaba la atención la facilidad con que la gente se lo creía.
Hoy el precariado se ha instalado en el mercado laboral, con niveles de
desigualdad preocupantes; hemos asistido a una intensa devaluación salarial
para superar la última crisis. ¿Hay hoy motivaciones tan poderosas como
en 1988 para una movilización?
Las situaciones cambian. Y es verdad que ahora la situación es muy difícil.
Pero ha habido unos cuantos años en los que ha habido una moratoria sindical,
en la que los sindicatos no se han movido nada. Y parecían compañeros de viaje
del propio partido. En la última época de José Luis Rodríguez Zapatero, del que
yo como persona tengo una buena opinión, las relaciones del Gobierno y la UGT y
los sindicatos eran casi idílicas, y sin conseguir nada a cambio.
Y ha pasado también con los Gobiernos del Partido Popular: pasaban días y
días reunidos y ¿qué han aprobado? Nada. Ha habido un profundo deterioro, una
fuerte caída en el espíritu reivindicativo.
También es verdad que los trabajadores han dejado de ver en los partidos
socialistas a quienes miraban por sus intereses. Hay una frustración profunda
de las nuevas generaciones; los jóvenes, que tienen conciencia clara de que
están viviendo ya peor que sus padres, que todas sus referencias políticas han
desaparecido. Lo que está pasando... y no hemos sabido dar una respuesta... Ha
habido una cierta desidia por parte de los sindicatos en los últimos tiempos.
Aquí ha habido sindicatos que han transigido con recortes de pensiones y con
reformas dañinas del mercado de trabajo.
¿Con Felipe González ha mantenido la
relación desde entonces…?
Nos vimos entonces, tras la huelga. Pero luego, nunca. He coincidido con él
en algunos premios que nos han dado, como el de la Concordia. Pero nunca más
hemos hablado. Nunca. Nunca.
¿Nunca le llama para charlar? ¿Ni él a usted tampoco?
No. Nunca.
Ustedes habían tenido una relación muy intensa; fue su valedor en
Suresnes...
Y no me arrepiento. Recuerdo que Felipe González vino a verme a la cárcel
en marzo de 1973 y me dijo que había dimitido de la ejecutiva del partido;
Alfonso Guerra había renunciado también en diciembre de 1972 y yo estaba en
prisión; le pedí que en esta situación no podía dimitir, pero dimitió. Y fuimos
a Suresnes con ellos dos dimitidos y con la delegación de Andalucía votando en
contra. Pero yo no me vi capaz de dirigir el partido: me parecía que el más
indicado era Felipe. Yo tenía muchas posibilidades, pero acerté no siendo yo. Y
acerté proponiendo a Isidoro [nombre de González en la clandestinidad].
30 años después del 14D quedan activos que logró el movimiento sindical,
como la unidad de acción, la autonomía, etc. Pero la percepción ciudadana sobre
lo que los sindicatos representan ha decaído mucho. ¿Cuáles son las
causas?
La etapa dorada de la socialdemocracia terminó en los setenta, y aquí quien
ha hecho la revolución han sido las fuerzas conservadoras, que han puesto sus
intereses por encima del Estado. Y la izquierda prácticamente ha desaparecido,
y los sindicatos no han sido capaces de crear entidades de contrapoder obrero a
ese nivel. En Europa ha pasado lo mismo. Nadie hace de contrapoder a los
grandes intereses financieros multinacionales.
¿Cuál es la referencia sindical? ¿Cuál es el papel de la Confederación
Europea de Sindicatos? Nosotros hemos estado en la dirección y hemos visto como
ha ido a menos y no hay referencias de ese tipo.Teníamos capacidad combativa,
con todo el movimiento sindical. Nos movíamos. Teníamos una aspiración alejada
del egoísmo personal que era representar los intereses de los trabajadores.
Cada uno somos hijos de las circunstancias: yo estuve en La Naval 30 años y me
marcó; no sé si el sentido de clase, pero me marcó.
Pero en España ha surgido en el seno de la izquierda un partido que aparece
tras el movimiento del 15M y que supuestamente recoge buena parte del ideario
sindical y socialdemócrata… ¿Puede reactivarse con él?
No se puede comparar la situación de Podemos de ahora a la que tenía el
movimiento del 15M cuando surgió. Todos estamos viendo lo que pasa en Podemos,
sobre lo que yo no quiero emitir ningún juicio. Yo no concibo un partido de
izquierda radical, que se dice de izquierda radical, y que al mismo tiempo tenga
un profundo sentido separatista.
No lo entiendo. No lo entiendo. Yo he comentado con algunos miembros del
partido que veíamos con alegría el fenómeno de Podemos, porque la gente de la
izquierda empezaba a moverse, y asumiera la responsabilidad histórica que le
corresponde de ir cambiando de manera paulatina esta sociedad. Ahora vemos todo
lo que está pasando. Pero ahora la socialdemocracia no existe; no existen los
partidos socialistas en Europa.
¿No tiene ninguna esperanza de que esto en España se pueda arreglar?
Siempre hay una aspiración de la gente, y si los partidos de ahora no la
atienden, serán sustituidos por otros. Lo que tenemos que renunciar es al
proyecto liberal y a esa tercera vía. Un candidato socialista dijo en España,
cuando le recordaban la tercera vía británica, que “los primeros que aplicamos
la tercera vía, el nuevo centro, fuimos nosotros, pero no tuvimos un teórico
como Giddens para explicarlo”. La verdad es que se oyen unas lindezas... que si
las decía Felipe, vaya, pero ha habido otros que han contribuido a difundir que
Felipe González ha sido quien modernizó el país. Pero oigan: huelgas en el
1985, 1988, 1992 y 1994. Algo habrán tenido que ver los sindicatos. Y esta
gente de Podemos… nunca ha hablado de las huelgas, como si los sindicatos no
hubieran existido. Lo de Podemos es tremendo en este asunto.
Usted conserva la afiliación al PSOE…
Sí, claro. Pero cuando hablo del Partido Socialista, hablo del Partido
Socialista y no de partidos socialistas circunstanciales. Y ahora no hay debate
de nada. En el partido, el que tiene el poder absoluto es Pedro (Sánchez) y si
este se marcha no hay alternativa. No hay nada. Y en el Gobierno pasa igual.
¿Los sindicatos corren el riesgo de desaparecer del relato de la
Transición?
Es así y nadie lo dice. En la Transición, cuando la situación estaba muy
complicada, llamamos a CEOE para discutir cuestiones laborales en las que había
un vacío extraordinario. Y nos pusimos de acuerdo para sentar las bases del
Estatuto de los Trabajadores, que ha estado vigente hasta ahora.
A los Pactos de la Moncloa no nos invitaron, ni a nosotros ni a CC OO.
Decidimos que no lo combatiríamos en la calle, pero tampoco lo apoyaríamos.
Marcelino Camacho, que era un tipo estupendo, pero un poco mesiánico, le impuso
a Carrillo y al PCE el rechazo al proyecto de Estatuto. La UGT ha hecho un
esfuerzo y no se nos ha reconocido; hemos firmado cosas nosotros solos. Si
fuéramos unos fatuos, nos pondríamos una medalla. Y el PSOE nunca ha reconocido
que hiciera nada mal: el libro de Solchaga lo deja bien claro.
“PEDRO SÁNCHEZ HABLA DE SOCIALDEMOCRACIA
CONSTANTEMENTE, PERO SABE QUE NO EXISTE”
Si queremos recuperar algo de la socialdemocracia, en España tenemos que
entroncar de nuevo con el ideario de Pablo Iglesias [el fundador del PSOE], de
Largo Caballero, de Prieto, de Besteiro, etc., que era el reformismo radical,
revolucionario, que nos fuese acercando a situaciones más justas. Y todo eso se
ha perdido.
Cuando hablamos del PSOE actual hay que recordar que hace cuatro días, en
2016, quisieron cargarse a Pedro Sánchez. Salvó el pellejo de casualidad: tuvo
17 dimisiones intencionadas para obligarle a dimitir, para hundirle, y le
hundieron. Pero el tío rebrotó y volvió a ganar la batalla. Él ha hablado
continuamente de la socialdemocracia, pero creo que, a lo último, en su
interior, sabe que no existe. Ya hemos visto lo que ha ido pasando en los
países nórdicos...
Aquí caímos en un grave error: creímos que los enemigos de la socialdemocracia
estaban en los partidos liberales; y no, no: estaban en nuestro propio seno, al
asumir la teoría del pensamiento unitario. Tenemos un Gobierno con 84 escaños,
y tiene todo mi apoyo, pero en el Gobierno con estas ideas solo hay una
persona: Pedro (Sánchez); y en el partido, una sola persona: Pedro. Cuando
Felipe (González) tenías a Maravall, tenías a Solchaga, tenías a Boyer, tenías
a Guerra, tenías a Solana... Ahora, con todos los respetos para la gente que
hay allí, no hay nada, por lo menos que yo vea. Quiero que haya un partido
vertebrado, con distintas opiniones, y que alguien le pueda decir al secretario
general cuándo está equivocado.
Ex secretario general de UGT
Nicolás Redondo:
“Sánchez ha pagado caro desinflamar Cataluña y olvidarse
de los andaluces”
"Moncloa pone todo el foco en Cataluña, hablan de
indultos, del Presupuesto... y lo que hay que arreglar es el paro en
Andalucía"
Qué interpretación hace de lo que ha ocurrido en las elecciones de
Andalucía?
Hemos visto hasta qué punto hemos pagado el precio en el Partido Socialista
con esa lucha por la desinflamación del asunto de Cataluña. Con todo centrado
en Cataluña, con las visitas de Iglesias a la cárcel, todos los intentos de
Pedro (Sánchez) dirigidos a conseguir una aprobación de los Presupuestos para
satisfacer el apoyo de los catalanes.
Y una parte del pueblo se ha encontrado un poco extrañada con toda esa
dedicación. Dicen: es que vamos a desinflamar, y lo hacen siempre proponiendo
cositas, inversiones, como si el único problema que tuviera este Gobierno
socialista fuera Cataluña. Y el resto del pueblo se ha sentido en este sentido
al margen.
A mí no me ha gustado lo que creo que es un exceso de concesiones, al menos
verbales: aparece un conspicuo socialista en Cataluña y pide el indulto (para
los políticos presos y procesados por el procés) y al día siguiente viene otro
y lo ratifica. Y contra este tipo de acontecimientos de los independentistas,
siempre termina habiendo una reacción. Y así estamos.
¿Usted cree que la irrupción de la extrema derecha en las elecciones
andaluzas se debe exclusivamente a una reacción al independentismo catalán y la
forma de gestionarlo desde el Gobierno, o cree que hay alguna otra motivación?
Yo sigo bastante lo que ha ocurrido en Francia y es llamativo que donde más
ha arraigado el partido de Le Pen es donde tradicionalmente la gente votaba a
comunistas o socialistas. Por qué: porque se sienten abandonados por los
partidos que les tienen que representar. El argumento de que la inmigración nos
quita el trabajo no vale, porque el problema es que hay paro, y mientras no lo
soluciones, tanto ese problema como otros, hay gente que se siente marginada.
La gente se siente abandonada: estos partidos no me representan. La gente se
agarra a estos que hacen su misma lectura de la situación. La responsabilidad
la tienen los partidos tradicionales, que han dejado de ser referencia de las
amplias capas sociales que tienen que representar.
En Andalucía se dice que hay poco trabajo. Pues eso es lo que hay que
arreglar. Qué se puede decir a los jóvenes que llevan años y años sin poder
trabajar. O a personas con 50 años que están en la misma situación. O la oleada
de desahucios, que es una vergüenza, que te dan ganas de coger otra vez la bandera
roja y echarte a las calles. Es que no me extraña que nazca Alternativa por
Alemania, el partido de Le Pen en Francia, y aquí, ya veremos. No me gusta el
precedente andaluz, pero no me extraña.
Si no hay partidos que asuman la responsabilidad de todo el Estado en
mejores condiciones, aunque haya singularidades que habrá que respetar como
Cataluña, País Vasco o Galicia, habrá más problemas. Es que tenemos muchos
jóvenes que terminan la carrera, bien preparados, y no encuentran trabajo.
¿Esto a dónde conduce? Porque esto se produce mientras hay unos cuantos que
viven mejor cada vez, y una gran masa cada vez peor. Y es un problema
generalizado.
Y esto por qué ha ocurrido: porque no ha habido nadie que haya sido capaz de
rebatir durante estos 30 años esta política liberal mandatada por Alemania y
que nos ha llevado a situaciones de sacrificio, con menos salarios, con
recortes sociales, con jubilaciones más tardías, etc. Y los jóvenes se
encuentran con esta lluvia en toda Europa y no saben cómo la paramos.
¿Considera que el proyecto
europeo, con la irrupción de todos estos movimientos xenófobos y antieuropeos,
corre riesgos?
Son problemas muy profundos y la solución no está en un líder carismático.
Los sindicatos, a través de la Confederación Europea de Sindicatos, tendrían
que tener una política unitaria para toda Europa. Mientras eso no se haga, es
difícil. Y mientras los sindicatos y los partidos de aquí no intenten ponerse
de acuerdo por encima de las fronteras nacionales, va a ser muy difícil.
Corre peligro mientras no haya una política social a nivel europeo,
mientras no se creen las condiciones para que haya más y mejor trabajo, que
haya mejores pensiones. Si seguimos con esta política liberal, yo soy
pesimista. Es tremenda la situación de los jóvenes y de los mayores. El otro
día vi una mujer con 99 años, desahuciada y… da pena. Este tipo de cosas
corrompen la sociedad, la hacen insolidaria, en un sálvese el que pueda, donde
la gente termina creyéndose cualquier cosa que le digan (los partidos ultras).