ROMANCE DEL ENTIERRO
DEL "ABUELO"
Era una mañana gris
era una fría mañana
allá a principios
de invierno,
cuando en la sierra
cercana
las palomas de la
nieve
picotean la
montaña.
Estaba Madrid de
luto
de luto estaba la
España.
luto tenían los
pechos,
luto tenían las
almas.
Aquella mañana gris
aquella fría mañana
había muerto el
ABUELO
¡aquel de la barba
blanca!
blanca como las
palomas
de nieve de la
montaña.
En la calle
Piamonte
está la gente
apiñada
frente a la Casa
del Pueblo
que del ABUELO fue
casa,
pues él la fundó y
la hizo
ser de todos
respetada.
Viejos, niños y
mujeres
abrigos, blusas y
capas,
viejos cajistas que
fueron
del ABUELO
camaradas.
Hombres de todos
los gremios,
hombres de toda la
España.
Van las bermejas
banderas
a los vientos
desplegadas
con unos crespones
negros
prendidos sobre las
astas.
Banderas que Pablo
Iglesias
paseó por toda
España,
banderas de los
obreros
por el sudor
empapadas,
banderas que
recogieron
las lágrimas y las
ansias
que bordaron unas
manos
pálidas de unas
muchachas
y que en el bordado
pusieron
sus primeras
esperanzas.
¡Allá va la
comitiva
de los obreros de
España!
Dicen los hombres
más viejos,
que nunca en su
vida larga
vieron en un solo
día
tanta gente
congregada.
Por la calle de
Alcalá
desfila la
caravana.
¡Aquella mañana
gris,
aquella fría
mañana!
Y dicen que salió
el sol,
que entre las nubes
estaba,
y en el féretro
posó
la su caricia
dorada.
Que también quería
el sol,
Despedirse del
ABUELO
con una caricia
grata.
Ya llegan al
Cementerio,
ya depositan la
caja
en la tierra,
AQUELLA TIERRA
que será la última
sábana
que cubra el
féretro del hombre
MÁS LUCHADOR DE
ESPAÑA.
¿No te estremeces
¡Oh tierra!
cuando hacia tu
seno baja
un hombre que en tu
defensa
tantas ansias
empleara?
Él fue quien vio en
tu semilla
las libertades del
paria.
Él te soñaba
vergel,
tú que eras
estéril, árida.
Él te ideó con el
oro
de las espigas
lozanas
y protestó de que
fueras
¡Oh tierra mal
empleada
y hecha por el rico
cotos
para vedados de
caza!
Tú guardarás al
ABUELO
como el que un
tesoro guarda.
Vas a llevar una
siembra
guardada en tus
entrañas.
Porque el ABUELO es
semilla
que dará espigas
lozanas.
Espigas de rebeldía
rebeldía que son
ansias,
ansias que son
ilusiones
que hemos de ver
realizadas.
¡Allá se quedó el
ABUELO!
dormido tras de las
tapias
del Cementerio
Civil
¡ÚLTIMA Y TRANQUILA
CASA!
Ya no podremos oír
aquella clara
palabra,
ni ver el gesto
viril
del puño que
amenazaba
a los que con el
sudor
del obrero comerciaban.
Y los niños, que
ahora somos
hombres y tenemos
ansias
de lo que él
defendía
con su puño y su
palabra,
a nuestro padre
decíamos
después al llegar a
casa.
¿Quién era ese
viejecito
que habló desde la
ventana?
¡PABLO IGLESIAS,
hijo mío!
nuestro padre
contestaba
y ponía en ese
nombre
una entonación tan
clara
y había tanto
respeto
del padre en esa
palabra
que en nuestro
cerebro niño
para siempre se
grababa.
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Trascripción de FRANCISCO GARCÍA DIEZ: este romance
está escrito en los años 30 del siglo pasado. No habiendo podido conseguir el
original de su publicación para cotejarlo, la persona, que muchas veces lo
recitó en su adolescencia, lo ha reproducido de memoria. El poema fue impreso
por la Federación de Servicios de la Unión General de Trabajadores, de Madrid,
Federación heredera de aquel primer Sindicato del Arte de Imprimir fundado por
Pablo Iglesias, El Abuelo.
El 9 de diciembre de 1925 falleció en su domicilio de la madrileña calle de Ferraz 68, Pablo Iglesias, cuando aún no hacía dos meses que había cumplido los 75 años de edad. Según el certificado de defunción, el deceso fue motivado por una “miocarditis crónica y enfisema pulmonar”, si bien era de sobra conocido que “el abuelo” venía padeciendo durante toda su vida un deficiente estado de salud, pues desde que entró en la cincuentena no pasó un año sin que tuviera que guardar cama algunas semanas.
Tuviera su origen en las malas condiciones soportadas durante sus primeros años en el Hospicio madrileño, o por las aún peores de sus estancias en la cárceles de Málaga y Madrid, el hecho es que sufrió durante toda su vida una dispepsia crónica, es decir, un trastorno doloroso de tipo gástrico también conocido como “digestión difícil”. Amén del tratamiento farmacológico prescrito últimamente por los doctores Huertas y Huarte – el “préstamo”, como él decía, por permitirle vivir un poco más de tiempo –, lo recomendado ya desde antiguo por el doctor Vera para tal dolencia era una combinación de gimnasia y régimen alimenticio, o “tranquilidad y buenos alimentos”, como él mismo solía repetir. Un tratamiento difícil de seguir para un hombre con las responsabilidades que Iglesias tenía en partido y sindicato, aunque lo intentara, a pesar de la atención reclamada por los avatares políticos de aquellos últimos años. Tras la delicada intervención quirúrgica de uretrotomía a que fue sometido en Barcelona en marzo de 1917, y superado el largo postoperatorio, pasó parte del verano de 1918 en Venta Mina, la finca de labor que un viejo compañero poseía cerca de Buñol (Valencia). Vencida la grave bronconeumonía del invierno siguiente, el mes de julio de 1920 lo pasó en el balneario de Fitero (Navarra), y el de octubre en el de La Aliseda (Jaén). Y aún le restaron ánimos para disfrutar del que sería su último veraneo fuera de Madrid – el de 1921 –, en el pueblo costero asturiano de Celorio. Durante los tres últimos años de su vida no salió a penas de su domicilio, como no fuera para tomar el sol y respirar aire puro por el vecino Paseo de Rosales, acompañado por el compañero y amigo Cándido Ramírez, quien le indujo al vegetarianismo, lo que le proporcionó nuevos ánimos. Quizás fueran estos los necesarios para acudir al Congreso de los Diputados con objeto de prometer y tomar posesión de su escaño el 26 de junio de 1923.
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