Somos socialistas, y curritos por eso, ahora las próximas citas electorales (todas, nos preocupan); a la puerta nos encontramos con la otra España, la de siempre, la cavernícola, la farisea, la que se da golpes de pecho cada domingo, la que te desprecia y juzga severamente mientras lo suyo siempre son pequeños "descuidos" morales, o leves "distracciones" en lo económico.
Me preocupa, que la gente de izquierdas no seamos conscientes de lo mucho que nos estamos jugando en estos procesos electorales recién convocados; el futuro de las próximas generaciones está comprometido. Ellos, volverán a unirse o pactar cuantas veces sea necesario para sacarnos del parlamento, de elaborar leyes y del propio poder... les genera alergia...
Uno un tiempo y no muy lejano, en este país en que todas las derechas se coaligaron y unieron, sin casi programa y sólo con unos mínimos les bastó. Junto con un despliegue durante la campaña enorme ya que disponían de importantes recursos económicos, y utilizaron tres aglutinantes en el que denominaron como "manifiesto antimarxista" y nos declaraban enemigos a derrotar por el materialismo, por la concepción atea de la familia y de la sociedad y su antiespañolismo ¿os suenan los argumentos?
Transcribo el discurso de Largo Caballero pronunciado en 1934; solo con la intención de despertar la sensibilidad del momento que nos toca decidir y optar y es predicable tanto a las más cercanas las municipales hasta llegar a las europeas.
Discurso de Largo Caballero
a los Jóvenes Socialistas
«Declaro –a los tres años de República–
que no he visto nunca una situación peor para los trabajadores. En España van a
ocurrir hechos de tal naturaleza, que la clase obrera necesita hacer unas
manifestaciones que justifiquen su actuación»
En
el salón de fiestas del Metropolitano se celebró anoche el acto de clausura del
V Congreso ordinario de la Federación de Juventudes Socialistas. Presidió el
compañero Felipe García, que pronunció breves palabras de salutación. A
continuación el compañero Largo Caballero pronunció el siguiente discurso:
«Camaradas:
Sería hipocresía disimular lo que voy a decir. Me habéis invitado a venir y lo
he hecho por un deber de camaradería. Pero os declaro que ya voy fatigándome de
discursos; de pronunciarlos y de oírlos. Y voy entendiendo que cada vez más es
preciso alternar esta labor de agitación con otra de organización de una acción
seria, eficaz y definitiva a la que se deben dedicar las mejores atenciones.
Sólo he de reprocharos el que hayáis invitado aquí a un hombre que por su edad
no es el más adecuado para clausurar un Congreso de Juventudes. Yo hubiera
preferido que donde estoy yo estuviera hoy un joven socialista.
Yo
os felicito por el éxito de vuestro Congreso, que se ha desarrollado en unos
términos de serenidad y de consciencia admirables. Y que ha coincidido con el
tercer aniversario de la República española.
«No podemos llegar a la indignidad en el
Parlamento»
Vosotros
recordaréis que hace tres años unos hombres políticos, entre los cuales me
hallaba yo, tomamos el ministerio de la Gobernación y proclamamos la República.
Figuraos con qué dolor, más aún, con qué indignación, veo lo que es la
República a los tres años de aquel acto realizado por el pueblo español.
Vivimos,
según dicen, en un régimen de democracia burguesa. Teóricamente, nuestra
democracia es una de las más perfectas. Sin embargo, nadie hay que esté
satisfecho. En toda República, en toda democracia burguesa, los puntales
esenciales del régimen son determinadas instituciones. La principal, el
Parlamento. Y yo me voy a permitir juzgar aquí, en términos generales, lo que
es el Parlamento. A juicio mío, el Parlamento es un reflejo del sufragio, y no
hay sufragio si no hay libertad para emitirlo. En España se ha falseado la
libertad. Porque falsear la libertad no es sólo impedir, utilizando la fuerza
pública, que los obreros voten a quienes consideren mejor, sino que es también
la supremacía económica que la clase capitalista posee, que impide que el
proletario vote a los de sus ideas. Y así vemos nosotros las elecciones
pasadas. En ellas la burguesía hizo la mayor presión que cabe figurarse, y se
constituyó una Cámara, en su casi totalidad, derechista. Aunque la minoría
radical se denomina de izquierdas, yo la considero más reaccionaria que las
francamente derechistas, porque éstas cumplen con un deber histórico; pero los
que colaboraron con nosotros en la revolución política no pueden secundarlas
sin abjurar de su pasado.
A mí
se me presenta toda la acción parlamentaria de la clase trabajadora de la
siguiente forma: el Parlamento no es inmutable, no es una institución ante la
cual los socialistas tengan que arrodillarse rindiendo culto. Para mí (no sé
para otros compañeros) es una de tantas armas que la clase trabajadora debe
manejar para obtener sus reivindicaciones. De la misma forma que utiliza el
Parlamento, la clase trabajadora utiliza la huelga, el derecho de Asociación,
es decir, todas las posibilidades que le ofrece el régimen burgués. Pero cuando
cualquiera de esos procedimientos es perjudicial para nuestra clase, nadie nos
puede obligar a que los sigamos utilizando.
Al
Parlamento se va a tres cosas primero, a hacer la crítica de los Gobiernos
burgueses; después, a proponer una legislación en favor de la clase
trabajadora, y por último, e impedir que la clase capitalista apruebe leyes que
perjudiquen al proletariado. Yo declaro con franqueza que el Parlamento español
no permite que hagamos ninguna de estas tres cosas.
La
primera, es decir, la crítica de la actuación del Gobierno, es imposible
llevarla a cabo, por la posición del mismo Gobierno y de la presidencia de la
Cámara. Son innumerables las interpelaciones planteadas por la minoría
socialista respecto a atropellos y abusos gubernamentales. Sin embargo, no se
nos hace caso. Hace algún tiempo se nos permitió hacer la crítica de los
atropellos realizados con motivo del movimiento revolucionario de los
sindicalistas. ¿Sabéis para lo que sirvió? Para que la mayoría parlamentaria se
mofase de los diputados socialistas cuando éstos hablaban de los muertos, los
heridos y los presos habidos en el movimiento. En cuanto a los proyectos de
ley, dado el espíritu de las Cortes actuales, es inútil presentarlos, porque no
saldría ninguno en favor de la clase trabajadora.
La
tercera de las cosas que pueden hacer los socialistas, como he dicho, es
impedir que se aprueben leyes contra los trabajadores. Pues bien, el actual
Parlamento español, ante la actitud de oposición de los socialistas, ha hecho
lo que no se había producido jamás; aplicar la «guillotina» en el asunto de los
haberes del clero hasta el punto de no permitirnos defender ni una sola
enmienda. En relación con el proyecto de Amnistía, no se ha hecho lo mismo por
temor a una posible actitud de la minoría de nuestro Partido. Cuando esto
sucede, yo no voy a qué posición deben tomar los representantes de la clase
trabajadora; pero, desde luego, no se puede llegar hasta permitir la ignominia
en el Parlamento. Son necesarias resoluciones audaces, buscando para ellas el
momento psicológico, la oportunidad, en la seguridad de que si nosotros sabemos
buscar esa oportunidad, el país obrero estaría con nosotros.
Se nos echa de la República
Sois
vosotros, jóvenes, que os vais a desplazar mañana por toda España, los que
debéis propagar las dificultades que se ofrecen al Partido Socialista en una
democracia burguesa. Estáis en la obligación de decir que si no se puede
renunciar en absoluto al régimen democrático, a la gestión en las instituciones
que son su base, no podemos atarnos tampoco en absoluto a ellas. Yo, desde luego,
he de decir a este respecto que no participo de la idea de los que creen que
salir del Parlamento es para ir a la revolución. Se puede salir del Parlamento
sin que eso obligue a ir al día siguiente a la revolución. A ésta no podremos
ir más que cuando estemos seguros del éxito. Aprovecho la circunstancia de
estar representados aquí los delegados de las Juventudes Socialistas para decir
que yo, que mantengo el criterio de que hay que apoderarse del Poder político
revolucionariamente, y que es tonto hacerse la ilusión de que vamos a poder
adueñarnos de él de otra forma, tengo que manifestar que la revolución no se
hace con gritos de viva el Socialismo, viva el comunismo y viva el anarquismo.
Se hace violentamente, luchando en la calle con el enemigo. Y éste no sale
dando gritos, sino que cuando lucha lo hace preparado para ello. Cuando llegue
este momento habrá que afrontar la lucha decisivamente. Se nos dice que esto es
predicar la violencia, que esto es salirse de la República. Yo digo que no es
que nos vayamos, sino que se nos echa de la República. Al Partido Socialista no
se le facilitan los medios de vivir en la legalidad. En esta República, como
sabéis, se destituye a Ayuntamientos por el solo delito de ser socialistas, sin
motivo ninguno. ¡Eso es echarnos de la República!
En
este régimen, la clase capitalista prefiere que el obrero muera de hambre, si
es políticamente enemigo, a darle trabajo. Y no es sólo eso, sino que cuando el
proletariado va a una huelga, el Gobierno se apresura a declararla ilegal y pone
al servicio de los patronos la fuerza pública y obliga a los miembros del
ejército a actuar de esquiroles. Eso es echarnos de la República.
En
esta República los órganos de prensa no tienen más misión que calumniar,
difamar a los hombres del Partido Socialista. Han sido ellos los que nos han
echado de la República. Son ellos los que están pidiendo cada día que el
Partido salga de la legalidad. Y si siguen tiempos como los actuales, no pasará
mucho sin que el Partido Socialista tenga que actuar en la clandestinidad.
(Ovación.)
En
esta República se prohíben las reuniones a los obreros frecuentemente; el
derecho de asociación es casi nulo; en una palabra: a los tres años de
República yo declaro que no he visto nunca una situación peor para la clase
trabajadora, ni aun en los tiempos heroicos de nuestro Partido. Y conviene que
esto lo sepa el pueblo español y que se sepa más allá de las fronteras. En
España van a ocurrir hechos de tal naturaleza, que es preciso que la clase
trabajadora haga unas manifestaciones que justifiquen su actuación en el
porvenir, porque esa actuación corresponderá a la que ahora se sigue con
nosotros. Es indudable que en un momento determinado el proletariado se pondrá,
como se dice vulgarmente, en pie, y procederá violentamente contra sus
enemigos. No se diga entonces que somos unos salvajes sin civilizar, porque de
nuestra conducta de entonces responde la conducta de ellos ahora. (Muy bien.) Y
en aquel momento no les extrañe que los corazones se hayan endurecido, que se
hayan dejado a un lado sentimentalismos inútiles, porque a los que hoy están
viendo morir de
hambre a sus hijos porque se les niega el trabajo no va a pedírseles un
armisticio cuando la clase obrera esté en el Poder. (Aplausos.) Así, de una
manera tan absurda y tan estúpida, se nos conduce a una situación como la
actual.
Los que fueron a la República por satisfacer
odios personales
Todavía
comprendo que algunos sectores de derecha lleguen a querer provocar una
situación semejante. Pero es incomprensible que algunas personas, por la
posición en que están y por la en que estuvieron, lo hagan, como no sea que las
anime un sentimiento de odio… (Gran
ovación y mueras a los enemigos del proletariado.)
Un
político republicano ha dicho que le daba repugnancia la actual política
española. No dijo por qué. Pero yo me figuro que no es sólo por lo que ocurre
en el orden político, sino por lo que está aconteciendo en el orden
administrativo. La prensa se ocupó hace poco de un asunto inmoral. Se habló
mucho, se enfurecieron algunos grupos políticos y hubo uno que retó a los que
habían lanzado estas manifestaciones a que las sostuvieran en el Parlamento.
Los aludidos dijeron unos que estaban a la disposición del jefe del Gobierno y
otros a la de quien quisiera hablar. Pero nadie habló. (Aplausos.)
La
contextura moral de estos partidos se sabía ya en el período
prerrevolucionario. Y a mí lo que me subleva precisamente en los hombres (y
quizá esto sea un vicio mío) es la inconsecuencia, porque cuando hubo personas
en las cuales no se tenía confianza para la revolución, no me explico cómo
ahora se deposita la confianza en ellas. (Los asistentes tributan una ovación,
en pie, a Largo Caballero.)
Es
ahora cuando se ve claramente (y qué ciegos estábamos nosotros, y conste que yo
me acuso de esta ceguera) que tras aquellos semblantes que nos invitaban a la
revolución había unos fines poco nobles. Los hombres tienen a veces momentos de
ingenuidad. Nosotros creímos entonces en la sinceridad y en la buena fe. Luego
pudimos ver que se había ido a la República por satisfacer odios personales.
(Grandes aplausos.) No por amor al nuevo régimen, sino por rencor contra
Alfonso CCI. (El público vuelve a
tributar a Caballero una imponente ovación.)
Lo
que es una enormidad es que la política española gire alrededor de esas
miserias humanas, que no haya ideas, abnegación para dirigir el país. Entre una
monarquía y una República hay diferencia. En la primera se hereda la corona. En
la segunda el mandato es temporal. Pero, ¿es que no puede suceder que el que
desempeñe temporalmente la jefatura del Estado se deje dominar por las mismas
miserias que un monarca? Yo he sacado el convencimiento de que hay que buscar
el medio de sustituir rápidamente a los que no cumplen con su deber. Algún
periódico decía días atrás que se procedía mal al censurar las instituciones
republicanas. ¡Más vale que nadie las hubiera deshonrado para no tener después
que censurarlas! (Muy bien.)
O con la clase obrera o con el capitalismo
Todos
sabéis que estos días se han unido unos hombres que tienen el propósito de
rescatar la República. Algunos han sido excelentes amigos, colaboradores
leales. Pero tengo que decirles: ¿Cómo piensan rescatar la República? Porque no
basta decir: «Vamos a rescatar la República». Hay que decir cómo. Por lástima
nos encontramos con unas leyes que dicen que al presidente del Gobierno lo
designa el jefe del Estado. Y yo afirmo que durante algunos años el señor
Hazaña no será presidente del Gobierno de la República. ¿Por qué? Porque es
republicano y honrado. Yo lo reconozco. Podrá no coincidir con las ideas
socialistas; pero es honrado, y ésa es la peor mácula que puede tener un
republicano para gobernar ahora a España. (Ovación.)
Yo
insisto en preguntarles cómo van a rescatar la República. No me han contestado.
Pero me figuro, porque los conozco, que me contestarían: «Vamos a ganar la
opinión en unas elecciones.» Ese es, en efecto, el procedimiento democrático,
constitucional. Pero yo les digo que si quieren rescatar la República no lo
conseguirán por ese procedimiento. No se hagan ilusiones. Actualmente estamos
más divididos que nunca los españoles en dos clases: capitalismo reaccionario y
proletariado. ¿Cuál de esas dos clases va a votarles? ¿La reaccionaria? No lo
creo. ¿La de los proletarios? Mucho menos. (Muy bien.) Pues entonces no podrían
rescatar la República más que si alguien, en un momento de lucidez, les da el
Poder. Y es inútil esperar ese momento.
Es
que esos partidos republicanos conservan aún la ilusión de hacer un partido de
clase media. Se han constituido varios partidos cuya única aspiración es ésa.
No se dan cuenta de que la clase media española no ha comprendido cabalmente su
misión histórica. Se cree capitalista y odia a la clase obrera. Y cuando se
lucha en la política, esa clase media cree que su puesto está, no en los
partidos republicanos, sino en los de la derecha más intransigente. Para que la
clase media les votase, los republicanos a que aludo tendrían que hacer lo que
hoy el señor Lerroux. No creo que lleguen a esto, y si no llegan, no podrán
tener opinión. No olviden que España, a pesar del analfabetismo, se ha dividido
más claramente que en otros sitios en dos clases: burguesía y proletariado. A los
elementos que aludo no les queda más que un recurso: venir al Partido
Socialista. Si no, tendrán que irse con las derechas. No deben malgastar el
tiempo en decidirse, porque todo el que pase será perdido.
La alianza de los proletarios
No
deben olvidar que el fascismo comienza a desarrollarse. Aún suenan en mis oídos
las palabras de un republicano que no creía en el fascismo. No se puede ser tan
ingenuo. El fascismo progresa, y si no progresa más, no es por la actitud de
los republicanos, sino por la de la clase obrera, que hace todo lo posible por
impedir su desarrollo, a pesar de la protección que al fascismo presta el
Gobierno actual.
Si
no ha progresado es porque la clase obrera española no es susceptible de ser
conquistada por el Fazio. Todos los cronistas extranjeros que han estado aquí
preguntaban si la clase obrera se inclinaba hacia el fascismo. Y cuando se les
explicaba eso que se llama espíritu anárquico de las masas españolas, se
quedaban admirados. He ahí el motivo principal de que el fascismo no prospere:
hay en España una clase obrera vidente, con un espíritu de independencia
individual que no hay en otros países, sin la disciplina que en Alemania
entregó sin lucha al fascismo toda la organización obrera. Esa indisciplina
anárquica de las masas obreras españolas impide el avance del fascismo, y
tenemos que decir a este respecto lo mismo que dicen los católicos: «Bendita
sea una indisciplina como ésta.» (Muy
bien.)
Yo
quiero haceros ver el esfuerzo que es preciso desarrollar para derrotar a estos
enemigos, porque no tendremos que ir sólo contra ellos, sino contra las fuerzas
coercitivas del Estado. Figuraos el esfuerzo que hay que realizar para vencer a
éstas. Yo no me cansaré de deciros que os preparéis para luchar en condiciones
de vencer. Porque o nos entregamos mansamente o llegará un día en que tengamos
que medir nuestras armas con el adversario. Y por eso insisto en que hay que
ahogar las querellas internas y unirnos todos. A mí me acusan de que prefiero
la unión con los anarquistas a la unión con los republicanos. ¡Naturalmente! (Aplausos.) Entre un radical y un
anarquista no hay duda.
Y a
propósito de esto quiero decir unas palabras. Estamos hablando a diario de la
alianza obrera. Yo soy de los que creen que hay que realizarla de buena fe y
para una acción concreta, no para estar todos los días en la calle produciendo
motines. La alianza ha de hacerse para dar la batalla definitiva al enemigo. Si
tenemos perseverancia, oportunamente controlaremos la virtud de esta alianza.
Hay
comunistas que dicen que no pueden aliarse con los socialistas. No me explico
esa posición. Nosotros hemos aceptado íntegramente los principios del
«Manifiesto comunista». Igual que ellos. Todos sabéis que el mismo Marx ha
explicado que el «Manifiesto comunista» se llamó así, y no socialista, para no
confundirse con otros partidos de carácter reaccionario que en aquel entonces
se llamaban también socialistas. Pero coincidimos en la teoría. Además, el
comunismo y el Socialismo son dos etapas en absoluto diferentes. Después del
triunfo de la clase obrera, la primera etapa, la transición del régimen
capitalista al colectivista, lo que pudiéramos llamar dictadura del
proletariado, que no tiene más objeto que ir dominando y destruyendo al
capitalismo, eso es el Socialismo. Durante esta primera etapa subsistirá el
Estado; no más tiempo. Y con esto salgo al paso de algunos anarquistas que no
han comprendido bien nuestras ideas. Marx declaraba que el Estado desaparecería
al desaparecer el capitalismo. Porque el Estado es un instrumento de dominio de
una clase sobre otra. Y en cuanto no existan clases, el Estado desaparece y se
entra en el período llamado de comunismo. No nos diferenciamos, como se habrá
podido ver, en nada de los comunistas. Supongo que no nos pedirán que vayamos a
especular en estos momentos teóricamente sobre la mejor organización del
régimen comunista. Yo creo, pues, que debe hacerse la alianza proletaria; pero
no para estar en la calle constantemente, sino para realizar el acto definitivo
que dé el triunfo total a la clase obrera.
Hay que
crear un ejército proletario
Yo
recuerdo –añade Largo Caballero– que en nuestro campo, cuando se planteó la
organización de las milicias socialistas, hubo quien se echó las manos a la
cabeza.
Sin
embargo, yo creo que hay que organizar estas milicias. Hay que crear un
ejército revolucionario que poder enfrentar con nuestros enemigos. Y es preciso
organizarlo militarmente, de manera que los hombres que compongan dicha
organización hagan promesa de obediencia, porque de esta forma es como está
organizado el ejército enemigo. Yo no tengo escrúpulos en decir ante vosotros
que hay que organizar nuestro ejército. (Muy bien.) Ya veis lo de El Escorial.
No irán a desfilar con fusiles. Pero están preparados para manejarlos en cuanto
estimen conveniente. Los compañeros que se oponen a que nos militaricemos hacen
un servicio al enemigo. Es preciso esa militarización para defendernos,
primero, y luego para conquistar el Poder. Hace poco decía Gil Robles que el
Poder había de conquistarlo, fuese como fuese. Lo mismo decimos nosotros.
También vamos a la conquista del Poder como sea. (Muy bien.) Y si requiere
esfuerzo, lo realizaremos. Porque sin el Poder es imposible hacer nada. Conste
que para mí el Poder no es tener un Gobierno de socialistas y una mayoría
parlamentaria. Si los socialistas gobiernan respetando las instituciones
burguesas llegará un momento en que tendrán que devolver el Poder al enemigo.
Yo, cuando hablo del Poder y de la creación de una fuerza adicta, me refiero a
lo que dije en Biarritz: que una de las primeras medidas de un Poder socialista
(medida incluida en nuestro programa) es la supresión del ejército y el
armamento general del pueblo. Hay quien dice que si se arma al pueblo vendrá la
anarquía y la catástrofe. Son los que llaman anarquía y catástrofe a perder sus
privilegios de capitalistas. Pero, ¿qué mayor anarquía que el mundo actual?
Hoy
hablaba yo con un financiero de gran prestigio, que me decía: «Yo voy al
Socialismo convencido. He estudiado la situación española y estoy en la
seguridad de que si se quiere salvar al país hay que ir a una economía
socialista.» Y es que el capitalismo, como decía Marx, va cavando su propia
tumba. A medida que racionaliza la producción, aumenta el ejército de obreros
parados. Y al aumentar este ejército disminuye la capacidad de consumo de una
gran masa de población y, por consiguiente, disminuye a su vez la producción.
Como el capitalismo no tiene soluciones para esto, es al Partido Socialista, no
ya en España, sino en todo el mundo, al que cumple resolverlo. En el orden
militar preconizo, pues, el criterio del armamento general. En el orden
económico, la socialización de la tierra y de las industrias.
¿Quien fue el autor de la iniciativa para
expropiar a la nobleza?
Se
aproximan momentos muy graves. No es posible tolerar la situación política
presente. Los jóvenes sois precisamente quienes tenéis que hacer la crítica del
régimen actual. No creáis que es cierto, como dijo el actual presidente de la
República que ésta era la última de las revoluciones políticas y sociales.
Porque entonces no se hizo la revolución. Se creía en la buena fe. La
revolución habrá que hacerla de nuevo. Se vitupera por todos este concepto por
lo que tiene de violento. Un ministro reformista dijo en el banco azul que la
violencia era vituperable. Pero no recordaba que su jefe había participado en
la huelga de agosto del 17. ¿Por qué no le pareció vituperable entonces la
violencia? ¿Quizá porque entonces íbamos a darle el Poder a los republicanos?
Y
ahora que hablamos de esto, yo quiero contestar a unas manifestaciones hechas
en el Parlamento, donde se ha acusado a los socialistas de no haber ido a la
huelga de diciembre. En este local precisamente hice yo la crítica de la
gestión de algunos compañeros. Pero en España quienes hicieron algo en ese
movimiento fueron los obreros. Si alguien no cumplió con sus deberes no fuimos
nosotros. El Comité revolucionario distribuyó a sus miembros en diversos
puestos de lucha. Al señor Lerroux se le había destinado a Burgos. Pero Lerroux
no fue a Burgos. En cuanto vio cómo iban las cosas procuró marcharse. Por
consiguiente, los que decían que no habíamos cumplido con nuestro deber
hubieran debido recordar que Lerroux no fue a Burgos tampoco. Otro detalle que
conviene escuchéis es éste: hoy se ha aprobado la amnistía. Tan
monstruosamente, que pone en la calle a los militares que se sublevaron contra
la República, y a los sindicalistas complicados en lo de diciembre, no. En esa
amnistía se devuelve la tierra a los expropiados el 10 de agosto. Y yo ahora
tengo que decir que esa iniciativa de expropiar a los complicados en lo del 10
de agosto no fue del Gobierno. fue de alguien que está más alto que el Gobierno. (Gran ovación.)
Cuando
ahora se promulgue esta amnistía, ¿no se pudrirá interiormente nadie? Yo
declaro que aquello de las expropiaciones fue una iniciativa realizada a
instigación del que ahora va a sancionar con su firma la ley de amnistía. (Muy bien.)
En
esa amnistía se deroga le suspensión de haberes pasivos para los ministros de
la dictadura. En cambio, se ha dejado en las cárceles a millares de
trabajadores. Y yo digo que esa amnistía no viene a pacificar los espíritus. Al
contrario, nosotros, en todos los actos, tenemos que manifestar que no puede
haber tranquilidad en España hasta que no se dé una amnistía a los obreros.
Tranquilidad de espíritu
Ya
se ha visto esta tarde en el Parlamento… De lo que se trataba con la amnistía
es de poner en la calle a los elementos monárquicos. España y la clase obrera
deben juramentarse para que esos trabajadores que están en la cárcel sean
amnistiados, y debemos procurar que después de esa amnistía no haya más que una
amnistía: la que demos nosotros con el Poder en las manos. (Ovación.)
Ese
puño cerrado en alto con que me habéis recibido al entrar significaba la
decisión de realizar el esfuerzo necesario para transformar el régimen
presente.
¡Camaradas!
Organizad la lucha final. Y en esa lucha, abnegación, sacrificio, heroísmo. La
batalla será cruel y larga. Mas si vamos con ánimo de triunfar, entonces nos
podremos burlar del aparato coercitivo del Estado burgués.»
Una formidable ovación, que dura varios minutos,
acoge las últimas palabras del presidente del Partido. El público, en su
mayoría jóvenes, da vivas a la revolución, al Partido, a las Juventudes y a
Largo Caballero, con el puño en alto. Se canta el «Himno de las Juventudes» y
«La Internacional».
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